MANUEL BROSETA: TREINTA AÑOS  DE VIVO RECUERDO

Es la primera vez que intervengo en este emotivo acto de recuerdo de Manuel Broseta.

Y evocar a Manuel Broseta Pont cuando se cumplen 30 años de su asesinato, para mi supone repasar un cúmulo de vivencias personales, de recuerdos, de proyectos compartidos y sobre todo, de constatar su personalidad destacada en la sociedad valenciana.

Porque tuve la suerte de contar con su maestria, primero, y su amistad, después, y de relacionarme con él en distintas facetas de su vida: en la Universidad; en la política; en el ejercicio de la abogacía; en la inquietud intelectual y en su pasión por Valencia.

Manuel Broseta poliédrico

Manuel Broseta fue un personaje poliédrico: amante del Derecho y de la libertad, supo comprometerse social y políticamente siempre desde una perspectiva inclusiva y nada sectaria, y ello sin renunciar ni un ápice a un nivel de autoexigencia intelectual máximo. Este rigor en el razonamiento le permitió construir un discurso personal de solvencia contrastada, con el que lejos de rehuir el debate –hoy vicio notablemente extendido–, lo buscaba e incluso lo fomentaba como instrumento de encuentro y enriquecimiento mutuo.

Estos rasgos, liberalismo, rigor intelectual y compromiso social, son transversales en toda su trayectoria, y se proyectaron en todas y cada una de sus actividades: como profesor universitario; como decano de la Facultad de Derecho; como líder de la Taula de Forces Polítiques i Sindicals, durante la Transición, a la que tan positivamente contribuyó; como Secretario de Estado para las Comunidades Autónomas; como Senador; como Abogado; como columnista; como Presidente del Club de Encuentro; como Consejero de Estado.

 

El terrorismo etarra

La sinrazón de ETA nos lo arrebató, hoy, aquí, hace 30 años.

Hace poco tiempo leí un artículo que se titulaba “La impunidad más tóxica”, aquella que se mantiene, a veces por desidia, otras por conveniencia, respecto de quienes han protagonizado los atentados más deleznables de la historia de España.

Es cierto que en los últimos años ETA no mata con armas. Pero nos sentimos agredidos por el descaro, la chulería y el desprecio que sus miembros, sus acólitos y sus herederos, muestran hacia sus víctimas y hacia un pueblo –el español- que ha sufrido, durante tantos años, las consecuencias de su repulsivo proceder.

Los etarras no han desaparecido, no se han esfumado como algunos creen. No se arrepienten de sus criminales acciones. No piden perdón a sus víctimas. No pretenden reparar el daño causado. No colaboran para el esclarecimiento de tantos atentados cometidos.

Pero exigen pasar página y cambiar el relato de la verdad por uno falso.

Los etarras y sus amigos están ahí, muchos de ellos paseándose plácidamente por las calles por las que los familiares y amigos de quienes fueron objeto de sus armas y de sus extorsiones, transitan encogidos como si se tratara de un mundo del revés.

Los homenajes, incomprensiblemente consentidos por los poderes públicos, son una ignominia difícil de soportar. Por ello se comprende que desde la AVT se pretenda la tipificación como delito autónomo (distinto al de enaltecimiento del terrorismo) el de humillación a las víctimas del terrorismo.

No podemos olvidar a las víctimas. No podemos dejar de estremecernos cada vez que sintamos la osadía de los que han causado tanto daño. No perdamos de vista que los gobernantes de cualquier ámbito territorial deben velar por su dignificación y por constatar el agujero económico que el terrorismo ha supuesto para las arcas públicas, habiendo tenido que destinar ingentes cantidades que podían haberse dedicado a la construcción de hospitales o escuelas o a la creación de bienestar y empelo.

Manuel Broseta

Pero hablemos de nuestro homenajeado, de Manuel Broseta, del maestro de maestros y ejemplo de universitarios. Es así como él se refería a su maestro, D. Joaquin Garrigues, en la dedicatoria que le brindó de su famoso Manuea de Derecho Mercantil.

En la Facultad de Derecho, mediada la década de los 70, fui alumno suyo en esa disciplina. Fueron años de fuertes convulsiones políticas y sociales y de reivindicaciones de cambio en la Universidad. Broseta representaba ese cambio: había sido Decano de la Facultad, -Decano por la convivencia en libertad, escribí en cierta ocasión-, y elevado la dignidad del universitario ante pretendidas injerencias externas. Como profesor le obsesionaba ser fácilmente entendido por sus alumnos, -la claridad es la cortesía del maestro, repetía-, pero también, romper con el estereotipo del catedrático severo y distante, e incluso déspota, que entonces abundaba. Creo que no le fue difícil, pues sin caer en el ridículo compadreo que algunos hoy fomentan, era exquisitamente respetuoso con sus alumnos, a los que deparaba un trato cordial y amable, poco frecuente en aquella época. Fue un maestro de los que dejan huella y recuerdo imborrable.

Político, autonomista, valencianista,…estadista

A Manuel Broseta le apasionaba la política. Su apuesta autonomista fue evidente desde el principio del proceso de Transición: «En lo estrictamente político, la opresión del “centralismo” sobre la periferia ha sido terrible… un nuevo Estado democrático no sólo presupone el respeto de los derechos individuales de los ciudadanos, sino el respeto de los pueblos… del Estado Español», escribió en 1977. «No se trata de “separatismos” inútiles ni de destruir el Estado que se quiere y debe respetar. Se trata dentro de ella, de reconocer el derecho de las regiones a asumir su propio gobierno, a decidir por ellas mismas, y no desde fuera de ellas, cuál debe ser la solución de sus problemas políticos concretos», añadía en este artículo titulado «Centralismo y Autonomía», certero y, de una actualidad permanente.

En su opinión, la sociedad valenciana debía superar sus históricos enfrentamientos, que la abocaban a la debilidad política y social y hacer oír «una voz que sea la suma de las voces de los miles de valencianos que queriendo reafirmar nuestra propia identidad política, manifiesten y ratifiquen su voluntad de construir y de estructurar la política valenciana por encima de las discrepancias… <Pero> Por encima de estas reales y deseables discrepancias pluralistas e ideológicas, está y debe prevalecer lo que nos une a todos: la voluntad de que el pueblo valenciano asuma y ratifique su identidad, su personalidad, su lengua y su cultura propias»[1].

Estas mismas premisas, desarrolladas con un mayor sosiego, son con las que construye el prólogo de Volem l’Estatut, en 1977. En este texto, da la bienvenida a quienes se acaban de convertir al autonomismo y sitúa a los valencianos ante un escenario histórico: «pot ser, al menos de moment, la gran tarea entorn al qual d’una vegada per a sempre fem pinya i ens unim els valencians envers el futur… és així no solament la nostra gran tasca de hui, sinó el que és sens dubte més important, la gran marxa col·lectiva que ens ha de retornar –si sabem utilitzar-la–la identitat i l’autogovern que com a Poble perdérem a la batalla d’Almansa».

Pocos discursos autonomistas tenían tal contundencia en aquel momento, 1977. Ni tampoco en los años siguientes.

Por ello no es de extrañar que presidiera, como independiente, la Taula de Forces politiques i sindicalsde oposición al franquismo, una de cuya reivindicación era la democracia, la libertad y la autonomía.

Años después de terminar mis estudios de Derecho coincidí con él en UCD, y compartí por tanto, una etapa inolvidable de proyectos e ilusiones, para mi muy fructífera habida cuenta la calidad de las personas con las que tuve la oportunidad de trabajar: los nombres de Fernando Abril Martorell, Emilio Attard, José Luis Manglano, Joaquín Muñoz Peirats y el de Manolo Broseta, han quedado esculpidos en la reciente historia de nuestra Comunidad, junto al de otros muchos compañeros de otros partidos, como ejemplo de ejecutoria política impecable en un momento histórico especialmente complicado.

Manolo Broseta fue persona clave no sólo en la conformación del Estado autonómico sino, sobre todo, en el devenir de nuestra Comunidad. Profundamente autonomista, impulsor infatigable de la recuperación del autogobierno del pueblo valenciano y del orgullo de sentirse valenciano, influyó de forma decisiva en la elaboración de nuestro Estatuto de autonomía.

Lider de la sociedad civil

Manuel Broseta dejó la política en Julio de 1982, y se centró en su Cátedra universitaria y en el ejercicio de la abogacía.

Poco después algunos amigos le convencimos, venciendo su inicial resistencia -por temor a que se interpretara que deseaba volver a la política-, a que se integrara en el recién creado “Club de Encuentro”(1984), que dos años después acabó presidiéndolo, consiguiendo que llegara a ser el foro de debate y opinión más prestigioso de Valencia. Allí se puso de manifiesto su poder de convocatoria y sus dotes como incitador de interesantes debates, muchos de ellos sobre los problemas que, en cada momento, aquejaban a la sociedad valenciana. Con ello satisfacía su inquietud intelectual y cumplía la que consideraba una obligación de buen ciudadano: contribuir al diálogo y al pacífico contraste de ideas entre personas de sensibilidad política diversa.

Tuve la osadía de sucederle, -que no de sustituirle-, en la presidencia del Club, que a partir de entonces integró en su denominación el nombre de “Manuel Broseta”. Una de mis mayores satisfacciones fue que el Club, frente a los intentos de finiquitarlo, continuara siendo un lugar de encuentro y de discusión, y que hoy, 30 años después de la desaparición de Manolo, sigue activo y vigoroso.

La Fundación Broseta 

Hoy recordamos a Manuel Broseta como uno de los exponentes más claros del moderno valencianismo político. Desde la Fundación que lleva su nombre tratamos, de una parte, de dignificar su figura y la de todas las víctimas del terrorismo; de que no se olvide su ejecutoria, de reivindicar su legado autonomista y de defensa del régimen constitucional del 78; y de promover aquellos valores de convivencia y tolerancia que guiaron su trayectoria y que fueron pisoteados por sus asesinos.

Cuando se cumplen 30 años de su vil asesinato, la figura de Manuel Broseta continúa siendo un referente en todos los ámbitos por los que discurrieron sus días: en la Universidad, en el ámbito del Derecho Mercantil, en la política valenciana y española, y en el ejercicio de la Abogacía.

Quiero, para terminar, recordar, las palabras que escribió Francisco Tomás y Valiente en el prólogo del Liber amicorum que le dedicamos sus amigos y discípulos:

«Después de aquella mañana, de aquel disparo, Manolo ya no es: fue. Hemos de hablar con él en pretérito, siempre imperfecto. Si no lo recordáramos estaría aún más muerto él, y nosotros no habríamos sido sus amigos»

Y es que, como dijo Quevedo en su “Amor constante, más allá de la muerte: Serán ceniza, más tendrá sentido.

 Vicente Garrido Mayol

15 enero de 2022

[1] «Nuestra autonomía, reto para todos», Las Provincias, 10/7/1977.

 

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